sábado, 24 de marzo de 2007

El veneno del escorpión: ¿dulce o letal? – MARISA AMARO

En febrero de 2007, fue publicado en Portugal el libro “El dulce veneno del escorpión”, que retrata la vida de una prostituta de 22 años en San Pablo (Brasil). El lanzamiento fue un autentico éxito, pero lo más interesante es que ni todas las mujeres pueden elegir o renunciar a esta opción.

Las redes de tráfico sexual instaladas en Portugal y España, comercializan y violentan las esclavas del siglo XXI a la sombra de sociedades tradicionales. Las evidencias están por todas las partes, en las calles, en los bares de alterne y en los anuncios de los periódicos. Según las Naciones Unidas, 4 millones de mujeres cayeron en las garras del tráfico humano, a las cuales se suman todos los años, otras 500 mil mujeres. Esta globalización del comercio de carne humana es ya el tercer negocio ilícito más rentable del mundo, después del narcotráfico y de la venta de armas. En Portugal, según el estudio Tráfico de Inmigrantes de 2004, es alarmante el número de mujeres, unas 5 mil entre los 20 y los 30 años, forzadas a la prostitución. La mayoría son brasileñas, seguidas posteriormente por mujeres de países del Este (Rusia y Ucrania). Por ejemplo, en Brasil existen más de cien rutas de tráfico humano, de las cuáles ocho se destinan a Portugal.

El proceso se inicia con un primer abordaje, en general por parte de otras mujeres, que ofrecen oportunidades de trabajo tentadores en el extranjero. Todavía, es el solicitador quien controla el proceso, del origen al destino. Generalmente, las mujeres quedan privadas de todos sus derechos hasta que consigan pagar la “divida”, contraída mediante la compra del vuelo al traficante.

Sin embargo, el más dramático problema se encuentra vinculado a la inoperatividad del Código Penal, que necesita de una reformulación urgente en lo que se refiere a este tema. Además Portugal aún no adoptó integralmente el texto resultante de la convención de la ONU sobre Tráfico de personas, ni lo de la convención del Consejo de Europa sobre el mismo tema.

Así, se puede fácilmente concluir que “el veneno del escorpión” es, en la mayoría de los casos, letal y destructor. “Una cosa es la necesidad, otra es la imposición de una triste realidad”.

Para más información: http://visao.clix.pt/default.asp?CpContentId=332978

jueves, 22 de marzo de 2007

La tragedia del suicidio por Jaime Nubiola

La pasada semana leía una entrevista con Paul Auster, el conocido novelista norteamericano, en la que decía: "Cuando uno llega a los cincuenta años ha perdido a parte de las personas que ha querido y lo han querido. Hay más tiempo por detrás que por delante. Uno camina con fantasmas por dentro. Yo —terminaba— tengo tantas conversaciones con los muertos como con los vivos". A mí —que ya he cumplido los 50 hace unos años— me pasa lo mismo y muy a menudo el corazón y la memoria se me escapan a aquellos amigos cuyas vidas dotaron de sentido a la mía y ya no están entre los vivos. Algunos murieron en accidente de tráfico o de montaña, otros de enfermedad y unos pocos decidieron en un determinado momento terminar voluntariamente su vida.

La muerte siempre es misteriosa, pero el suicidio lo es muchísimo más. Ludwig Wittgenstein, considerado por muchos como el filósofo más profundo del siglo XX, lo padeció muy de cerca: tres hermanos suyos se suicidaron. Al parecer, la tentación del suicidio le asaltó con frecuencia también a él, pero no se dejó arrastrar porque estaba convencido de que el suicidio es una cobardía, de que vivir es una obligación, una tarea que nos ha sido impuesta. Viene ahora a mi memoria aquella alumna de periodismo que hace algunos años me envió un correo electrónico pidiendo hacer un trabajo sobre Wittgenstein y el suicidio. Le contesté diciéndole que acudiera a mi despacho para hablar un poco. Cuando vino le pregunté si tenía alguna amiga que se había suicidado o era ella misma quien tenía ideas autodestructivas. Asomaron las lágrimas a sus ojos y me contó entre sollozos que seis meses antes su novio se había tirado por la ventana dejando una nota en la que explicaba que había decidido acabar con su vida para no hacerla a ella una desgraciada.

Muchos lectores con una cierta edad podrían contar historias semejantes. El suicidio es casi un tema tabú en nuestra sociedad, pero, según los datos difundidos recientemente en la prensa, el número de defunciones por suicidio supera al de muertos en la carretera. En el año 2005 hubo en nuestro país 3.381 suicidios y 3.332 fallecidos en accidentes de carretera hasta 24 horas después de haber sufrido el accidente. Según la OMS en Europa mueren cada año 58.000 ciudadanos por suicidio, 7.000 más que por accidente de automóvil.

Todos tenemos un pariente cercano, un amigo que han terminado no hace mucho voluntariamente con su vida. Muchos de ellos sufrían depresiones durante años y finalmente decidieron liberarse de tanto sufrimiento suyo y —quizá sobre todo pensaron ellos— de quienes les cuidaban. Algunos eran ya mayores, otros sorprendentemente muy jóvenes, cuando todavía tenían —como suele decirse— toda una vida por delante; en ambas circunstancias no se sentían capaces de encontrar sentido a su vida cotidiana o no tenían fuerzas para afrontar los problemas profesionales, familiares o de cualquier otro tipo que les agobiaban. El problema básico del suicidio es la depresión y a estas alturas del siglo XXI, aunque disponemos de medicamentos eficaces para su tratamiento, seguimos sin saber cuál es su causa médica principal.

Muchos filósofos han pensado sobre el suicidio, incluso algunos lo han descrito como el acto supremo de la libertad. En este sentido, me parece que los defensores de la eutanasia y del suicidio asistido están haciendo un flaco servicio a nuestra sociedad. Como me escribía una filósofa, "la libertad no puede estar nunca por encima de la vida, porque es una de sus condiciones de posibilidad". Están presentando el suicidio como una honorable salida de esta vida, ofreciendo así argumentos para quienes por una depresión se han desorientado y se sienten incapaces de seguir viviendo.

Hay que ayudar más y mejor a las personas deprimidas. Una manera es, por supuesto, cuidar bien el tratamiento médico, pero otra manera de apoyarles es la de decir bien alto que no hay derecho a suicidarse, que el suicidio es siempre una penosa renuncia a la propia humanidad; así como no nos hemos dado la vida a nosotros mismos tampoco podemos quitárnosla. Vivir no es un derecho, sino un deber cuyo sentido puede resultar a veces costoso descubrir, pero del que jamás podemos excusarnos. No se puede dimitir de la vida porque los demás nos necesitan. Vivir vale literalmente la pena: por eso el suicidio es una tragedia y no una solución.

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*Jaime Nubiola es profesor de filosofía en la Universidad de Navarra (jnubiola@unav.es) Copyright La Gaceta de los Negocios (2007).

Cabo Polonio, Uruguay por Belen Esteban

Ya llevo unos días en santiago. La vuelta ha sido buena, la verdad es que tras un mes de viaje, me apetecía dormir en una cama, tener ropa limpia, etc.

Estos días me duele la cabeza al levantarme por el puñetero “smoog” que llena esta ciudad. En este viaje me he dado cuenta del daño que hace la contaminación y la vida en las ciudades a las personas, o por lo menos a mí. Esto fue todavía más patente porque el Último día de nuestras vacaciones, Olmo y yo, fuimos a un lugar llamado Cabo Polonio, en Uruguay; allí me quise quedar, pero, obviamente no pudimos.

Este sitio es bien especial, y os lo explico. Puedes ir en bus, en coche o en lo q quieras, pero estos no llegan hasta el pueblo. Se detienen en la carretera ante unas taquillas, allí compras un ticket para unos “tracks" (camiones medio jeeps), que a través de las dunas te llevan hasta el pueblo. Este es el único acceso al pueblo, y ningún vehículo, a parte de estos, puede entrar.

El pueblo está sobre unas dunas al final de una kilométrica playa de arena blanca. No disponen de agua corriente ni de electricidad; como ya os he dicho, tampoco hay coches, tampoco hay calles, las casas se esparcen por las laderas del monte formado por dunas. Tampoco hay tiempo, o no el que nosotros conocemos. En los dos o tres bares que funcionan para verano, los espectáculos de jazz o lo que sea, no son a una hora concreta, sino al atardecer, al amanecer...... Por la noche el pueblo está iluminado con velas; la gente va descalza por el pueblo porque no hay suciedad....

Este pueblo está habitado por unas 10 o 15 familias de pescadores, en el verano hay casas que se alquilan para los turistas, pero no se puede acampar, no hay hoteles, ni “cash point”....tampoco puede ir a vivir allí cualquiera; si esto ocurre, se celebra una especie de asamblea de sabios donde se decide si se acepta o no a la persona.....
En fin, todo lo q os diga acerca de este sitio es poco, no os podéis imaginar la paz q se sentía al estar allá; me hubiese quedado un mes. Pero bueno, de vuelta en mi querido Santiago, también estoy contenta. Vuelta a ver a los frikis, a los barriobajeros, a meterme la plata en 5 sitios distintos.......

El segundo día de haber vuelto, estábamos Letizia, Olmo y yo en una terraza, bueno una terraza a lo santiagiño: mesas asquerosas, cerveza de litrona, vasos de plástico que lavan en cada uso, suelo de arena.... La cosa es que un chico se acerca y mirando a Olmo únicamente, le dice:
- es alguna de las dos tuyas???
le respondo:
- qué has dicho???? Mongolo
y me dice:
- no, quería decir que si alguna de las dos sois su novia..... aaaaaahhhhh!!! que alivio, eso es mucho mejor que lo anterior....imbécil!!! y no es raro que eso pase aquí, no os penséis. Es más normal de lo que parece. Así que compañeras, la próxima vez que penséis que vuestro padre, hermano, novio, amigo... es un troglodita, un machista, un retrógrado,… pensar que al lado del latinoamericano medio, lo que tenéis es un visionario, un adelantado, un tolerante y abierto hombre del siglo 21.

Viva el hombre español....y olé!!!

martes, 6 de marzo de 2007

Ciudadanos del País Vasco, ya estoy aquí! por Carlos Cabré

La vuelta del pistolero José Ignacio de Juana Chaos a Donosti ha suscitado todo tipo de reacciones en la política española, algunas comprensibles con el gobierno y otras que obedecen a la poca memoria como la de los habituales acomodados en la derecha del hemiciclo del Congreso de los Diputados.

Parece ser que la tranquilidad ha vuelto entre el ejecutivo y la izquierda abertzale, la muerte del terrorista hubiese sido un contratiempo para poder edificar un nuevo proceso de paz y más ahora cuando los últimos movimientos de Batasuna parecen indicar que no renuncian ha conseguir la solución negociada y sin violencia del conflicto. De Juana es una bomba, la maniobra socialista la ha desactivado “definitivamente” trasladándolo al País Vasco en una acción que posibilita a Batasuna tener una prueba tangible para mostrar a ETA que el proceso de paz puede ser creíble. Pedir a Batasuna el cese de la violencia es una tontería si ésta no puede convencer a ETA de que pueden conseguir sus objetivos democráticamente.

Paso firme del gobierno, me alegro al ver que la decisión que ha tomado el ejecutivo no ha sido influenciada por la oposición que están llevando a acabo los populares. Oposición de ruido y machete que consiste en avivar el fuego donde parece extinguido. El panorama muestra que el bipartidismo político entra en un juego peligroso, unos lidiando al terrorismo y la oposición lejos de colaborar en el proceso se desvincula de él atacando y agarrándose a una política obstruccionista que aumenta la tensión entre PSOE y PP.

¿Por qué el PP ataca indiscriminadamente la política del PSOE? Cabe recordar que la política de traslado de los presos ya se ejecutó reiteradamente durante el mandato de José Maria Aznar al frente del gobierno. Ya no se acuerdan? Ya no les beneficia? Rechazo todo tipo de trabas en el proceso, quiero la paz y soy consciente que ambos bandos tendrán que ceder pero lo que me indigna profundamente es ver como un partido que osa llamar a los terroristas Movimiento Nacional de Liberación no para de articular maniobras para desacreditar a los que al menos luchan por establecer un estado de paz.

Las manifestaciones de la oposición han sido desorbitadas, enfatizadas y dignas de una política de oposición por oposición, incoherente y desmemoriada. Priorizando para el PP el desgaste del actual gobierno antes que consensuar una política interna que atienda de verdad al interés nacional. Una oposición sistemática, por defecto que no atiende a razones y que egoístamente solo busca el beneficio propio, no el de sus representados.

Los populares han convocado otra manifestación el próximo sábado día 10 de Marzo y mal me temo, volverá a ser reflejo de esta oposición malintencionada que trata de obstaculizar el deseo de paz de la gran mayoría de ciudadanos de este país. Una manifestación en principio en contra la acción del ejecutivo en el caso De Juana aunque las recriminaciones hacia el gobierno no cesarán, y lo que es peor, la utilización del sentimiento patriótico del que se nutre la oposición para hacer ruido irá en aumento. He visto consternado como se han desempolvado y levantado banderas preconstitucionales, neonazis y fascistas que posan delante de las cámaras codeándose con las banderas españolas. Triste estampa donde calles recordaban tiempos pasados no olvidados que reviven épocas no democráticas, todo un error juntarse o fotografiarse en este marco que sin duda no ayuda a la conclusión exitosa del proceso de paz. Una coalición sui géneris mala para todos.

Al terrorismo hay que ganarle con democracia, hay que ser firmes, la negociación será larga y difícil, habrán altibajos y lo único que debemos pedir a nuestros representantes es que permanezcan unidos, hacer frente unidos al conflicto incrementará sin duda el porcentaje de éxito, siempre he creído, desde pequeñito, que nunca se podrá vencer a un pueblo alegre, unido y combativo así que, señores políticos pónganse las pilas y colaboren en la resolución del proceso, no quieran colgarse la medallita individualmente, aquí lo único que está en juego es la libertad de todo un pueblo.

Carles Cabré. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Barcelona, actualmente realizando Master de Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU.
cabrelopez@hotmail.com

jueves, 1 de marzo de 2007

LA FUERZA DEL SILENCIO por Yago González

Siempre queda bien comenzar un artículo con alguna de esas frases trascendentales que permanecen selladas en la Historia. Por ello, empezaré el mío con una célebre cita del filósofo francés François Marie Arouet, más conocido como Voltaire: “Aborrezco lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.

Pues bien, pese a que los pilares de conocimiento y reflexión en los que se apoyan mis argumentaciones deben de ser de cartón piedra en comparación con los que poseía el escritor galo, me atrevo a afirmar que no estoy en absoluto de acuerdo con su apasionada defensa de la libertad de expresión, concepto hoy día considerado por muchos como el incontestable principio regidor de la esfera pública.

Amparándose en esta máxima cuasidivina, una infinidad de voces, procedentes en su mayoría del mundo de la comunicación y la política, sueltan inmutables los juicios y comentarios más estrambóticos y hasta ofensivos. Parece ser que en la actual sociedad de la información todos los principios éticos y estéticos se supeditan a la libertad de expresión: “da igual lo que digas, por muy despreciable que sea, lo verdaderamente importante es que nadie ose taparte la boca, pues ése será un censor, un fascista”.

La ausencia de límites de esta mal entendida libertad de expresión y la falta de consenso respecto a la defensa del bien público ha transformado a la sociedad de la información en la sociedad de la confrontación. La casi patológica polarización ideológica y dialéctica que inunda el periodismo y la política ha dinamitado el terreno de la moderación y el acercamiento. Los adalides de la prensa y los ocupantes de los escaños se esfuerzan cada vez más en obligar la ciudadanía tomar forzosamente un camino prediseñado: “o piensas esto o piensas lo otro, o discrepas o reafirmas, o estás conmigo o estás contra mí”, parecen decir.

El relativismo moral y la rápida eliminación del imaginario colectivo de conductas y pensamientos claramente erróneos y perjudiciales nos hacen perder cada vez más el norte. Si no se fijan unos límites, si los ciudadanos no saben dilucidar qué es bueno o malo para ellos, acabaremos destruyendo los cimientos de la convivencia cívica y daremos más y más protagonismo mediático a aquellos que nos azotan con su fanatismo ciego y descarriado. En resumen: para saber qué es lo que nos conviene, debemos identificar claramente aquello que nos corrompe y tratar de borrarlo de la omnipresencia que facilitan los medios. Ojo, esto no quiere decir dar la espalda a los problemas que surgen en la sociedad, sino no dejarnos tomar el pelo por aquellos que claman minuto tras minuto contra un Estado fascista y opresor precisamente de cuyo pluralismo democrático y libertad de expresión se aprovechan para lanzar sus violentas arengas.

Día a día, los portavoces de la ilegalizada Batasuna (nótese esto: ¡ilegalizada!) reivindican inmutables la consolidación de una nación completamente ficticia llamada Euskal Herria y se niegan por sistema a condenar la violencia, por muy violentos y destructivos que sean los atentados perpetrados por sus amigos. Pero ellos siguen ahí, con el micrófono en la mesa, con una veintena de periodistas frente a ellos recogiendo sus falacias y manipulaciones, inundando portadas de periódicos y cabeceras de informativos.

Muchos dirán: “¡Pero es que en eso consiste la libertad de expresión!”. No, no. Por muy políticamente incorrecto que pueda parecer, la libertad de expresión también debe tener sus límites. Y esas fronteras aparecen en cuanto se empieza a excusar públicamente el asesinato para conseguir cualquier objetivo y a no respetar el valor de la vida humana. Ahí es cuando hay que optar por silenciarlos, por no otorgarles ese protagonismo que tanto les conviene, que tantas alas les da. El hecho de que las voces de ETA hablen impunemente día sí y día también ya supone un pequeño éxito para ellos. Son noticia, se habla de ellos, se delibera sobre sus propuestas, políticos y ciudadanos se ponen a su misma altura.

Esto es inadmisible. Los grandes medios de comunicación deberían hacer efectivo un pacto mediático gracias al cual sus periodistas no cubran las ruedas de Permach, Otegi y compañía hasta que su discurso cambie. Esto no es censura, no es fascismo, es simplemente respeto a la sociedad, es ejercer nuestro derecho a defendernos de los que nos ponen bombas, es no caer en el juego al que ellos nos empujan, es, en definitiva, fijar los valores que deben amparar un Estado democrático. ¿Libertad de expresión? Sí, pero hasta cierto punto. El día que Batasuna empiece a cambiar de discurso, nosotros consideraremos la posibilidad de volver a encenderles el micrófono.

YAGO GONZÁLEZ es estudiante de Periodismo en la Universidad de Navarra.