jueves, 1 de marzo de 2007

LA FUERZA DEL SILENCIO por Yago González

Siempre queda bien comenzar un artículo con alguna de esas frases trascendentales que permanecen selladas en la Historia. Por ello, empezaré el mío con una célebre cita del filósofo francés François Marie Arouet, más conocido como Voltaire: “Aborrezco lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.

Pues bien, pese a que los pilares de conocimiento y reflexión en los que se apoyan mis argumentaciones deben de ser de cartón piedra en comparación con los que poseía el escritor galo, me atrevo a afirmar que no estoy en absoluto de acuerdo con su apasionada defensa de la libertad de expresión, concepto hoy día considerado por muchos como el incontestable principio regidor de la esfera pública.

Amparándose en esta máxima cuasidivina, una infinidad de voces, procedentes en su mayoría del mundo de la comunicación y la política, sueltan inmutables los juicios y comentarios más estrambóticos y hasta ofensivos. Parece ser que en la actual sociedad de la información todos los principios éticos y estéticos se supeditan a la libertad de expresión: “da igual lo que digas, por muy despreciable que sea, lo verdaderamente importante es que nadie ose taparte la boca, pues ése será un censor, un fascista”.

La ausencia de límites de esta mal entendida libertad de expresión y la falta de consenso respecto a la defensa del bien público ha transformado a la sociedad de la información en la sociedad de la confrontación. La casi patológica polarización ideológica y dialéctica que inunda el periodismo y la política ha dinamitado el terreno de la moderación y el acercamiento. Los adalides de la prensa y los ocupantes de los escaños se esfuerzan cada vez más en obligar la ciudadanía tomar forzosamente un camino prediseñado: “o piensas esto o piensas lo otro, o discrepas o reafirmas, o estás conmigo o estás contra mí”, parecen decir.

El relativismo moral y la rápida eliminación del imaginario colectivo de conductas y pensamientos claramente erróneos y perjudiciales nos hacen perder cada vez más el norte. Si no se fijan unos límites, si los ciudadanos no saben dilucidar qué es bueno o malo para ellos, acabaremos destruyendo los cimientos de la convivencia cívica y daremos más y más protagonismo mediático a aquellos que nos azotan con su fanatismo ciego y descarriado. En resumen: para saber qué es lo que nos conviene, debemos identificar claramente aquello que nos corrompe y tratar de borrarlo de la omnipresencia que facilitan los medios. Ojo, esto no quiere decir dar la espalda a los problemas que surgen en la sociedad, sino no dejarnos tomar el pelo por aquellos que claman minuto tras minuto contra un Estado fascista y opresor precisamente de cuyo pluralismo democrático y libertad de expresión se aprovechan para lanzar sus violentas arengas.

Día a día, los portavoces de la ilegalizada Batasuna (nótese esto: ¡ilegalizada!) reivindican inmutables la consolidación de una nación completamente ficticia llamada Euskal Herria y se niegan por sistema a condenar la violencia, por muy violentos y destructivos que sean los atentados perpetrados por sus amigos. Pero ellos siguen ahí, con el micrófono en la mesa, con una veintena de periodistas frente a ellos recogiendo sus falacias y manipulaciones, inundando portadas de periódicos y cabeceras de informativos.

Muchos dirán: “¡Pero es que en eso consiste la libertad de expresión!”. No, no. Por muy políticamente incorrecto que pueda parecer, la libertad de expresión también debe tener sus límites. Y esas fronteras aparecen en cuanto se empieza a excusar públicamente el asesinato para conseguir cualquier objetivo y a no respetar el valor de la vida humana. Ahí es cuando hay que optar por silenciarlos, por no otorgarles ese protagonismo que tanto les conviene, que tantas alas les da. El hecho de que las voces de ETA hablen impunemente día sí y día también ya supone un pequeño éxito para ellos. Son noticia, se habla de ellos, se delibera sobre sus propuestas, políticos y ciudadanos se ponen a su misma altura.

Esto es inadmisible. Los grandes medios de comunicación deberían hacer efectivo un pacto mediático gracias al cual sus periodistas no cubran las ruedas de Permach, Otegi y compañía hasta que su discurso cambie. Esto no es censura, no es fascismo, es simplemente respeto a la sociedad, es ejercer nuestro derecho a defendernos de los que nos ponen bombas, es no caer en el juego al que ellos nos empujan, es, en definitiva, fijar los valores que deben amparar un Estado democrático. ¿Libertad de expresión? Sí, pero hasta cierto punto. El día que Batasuna empiece a cambiar de discurso, nosotros consideraremos la posibilidad de volver a encenderles el micrófono.

YAGO GONZÁLEZ es estudiante de Periodismo en la Universidad de Navarra.

4 comentarios:

plastiquillodetranchete dijo...

hola.

plastiquillodetranchete dijo...

q tal pezones de carpa?

plastiquillodetranchete dijo...

plastiquillosdetranchete.blogspot.com

Guillermo dijo...

cuando defendemos la libertad de las masas, no estamos de ninguna manera sugiriendo la abolición de ninguna de las influencias naturales que los individuos o grupos de individuos ejercen sobre ellas. Lo que queremos es la abolición de las influencias artificiales, privilegiadas, legales, oficiales."

Mijaíl Bakunin

que tal yago soy bouks. un abrazo.

por cierto cuando cambien el discurso les dejarás ser partido político?
A mi también me gustaría cambiar discursos como los del pp pero no puedo.

No creo que estemos siendo muy honestos, los políticos menos (me río yo del populismo de chavez, ni que los líderes de este país fuesen pragmáticos o responsables), pero nosotros......... somos fáciles de dirigir y caemos con facilidad, las naciones ficticias....me la pelan todas son ficticias:

"no tengo nacionalidad,el mejor status posible para un intelectual"

E.M.Cioran

La gente piensa y eso no se puede evitar, intentamos evitar el resto....no sirve de nada, el cambio no es una quimera de logos y de sobresaltos dialécticos, es un movimiento de avance que siempre se reanuda de alguna forma, sólo que en ocasiones se transforma. Y recuerda vivimos en un sistema que tan sólo reacciona ante lo que sucede, no es proactivo y eso es un gran atraso, no crees?

Nos vemos y gracias por tu gran ayuda en Febrero, me salvaste la vida, un abrazo sudoroso

por cierto visita mi blog www.sisifocontento.blogspot.com