lunes, 5 de febrero de 2007

Inspira, espira, inspira, espira,… Luis Miguel González

Continuamente lo hacemos, de forma natural y automática, es vital, sin ello no seguiríamos aquí ni nosotros ni ninguno de los seres vivos con los que compartimos el planeta. Es una acción que nos alimenta con ese fluido, el cual hasta hace unos pocos años no le dábamos tanta importancia como hubiéramos tenido que darle. Era una fuente inagotable de vida, pero como no se veía no sabíamos si se acababa o no.
Inspira, espira, inspira, espira,…
Hace un par de meses en mi última visita a Madrid, descubrí que la ruta de entrada del autobús procedente de Salamanca había cambiado. Ya no entraba directamente por el centro, sino que rodeaba la ciudad por una de las autovías de circunvalación que posee la ciudad. Es una vía que rodea Madrid por una de las colinas que lindan con la ciudad, por tanto tenía una vista privilegiada de la villa. Mi sorpresa fue grande cuando miré por la ventanilla que tenía a mi lado y descubrí una cosa que me asustó mucho. Había oído hablar de ella, ya que en otras grandes ciudades también cuentan con la presencia de ese inquilino, pero nunca la había visto con tanta claridad, y la verdad que es una imagen que preferiría que nunca hubiera existido en este mundo al que tanto amo. Una gran nube gris, que adoptaba la forma de un tenebroso paraguas, cubría la ciudad.
Inspira, espira, inspira, espira, …
La sorpresa de ver ese fenómeno me sorprendió, nunca pensé que fuera tan opaco, apenas dejaba pasar las imágenes de los edificios más altos de la ciudad. Hacía tiempo que no llovía, por tanto las partículas en suspensión del aire seguían flotando en ella, junto con otros gases. Uno de ellos, el CO2, gas que nosotros mismos exhalamos en el proceso de la respiración. Pero no sólo nosotros sino todas y cada una de nuestras, máquinas que utilizan cualquier tipo de combustible fósil y que nos rodean en nuestra vida cotidiana. Inspira, espira, inspira, espira,… La semana pasada he visto un documento que me sobresaltó más aun si cabe, “Una Verdad Incómoda”, documental en el que el ex-vicepresidente de la Casa Blanca Al Gore, exponía una numerosa cantidad de datos estadísticos y científicos acerca del CO2, de su aumento en detrimento del oxígeno y de sus peligros, no tan a largo plazo como pensábamos. En el documental se hablaba del aumento exponencial del CO2 en nuestra atmósfera y de los peligros que esto acarrea. Habla de un período no más de 50 años para que sucedan cosas que pensamos que tardarían siglos en ocurrir. Catástrofes naturales sin par, catástrofes humanitarias como nunca habíamos visto. Pero el problema es que ya están empezando a suceder: el huracán Katrina, que asoló la ciudad de Nueva Orleans, la gran cantidad de tifones que azotaron Japón el año pasado (nunca antes se habían visto tantos), y todo esto debido al CO2.
Inspira, espira, inspira, espira,…
Los datos hablaban por si solos, no hacía falta tener mucho conocimiento de ciencias para ver que lo que estaba pasando era muy grande, de una magnitud que ni nosotros los hombres, capaces de transformar nuestro alrededor a nuestro antojo, podríamos sostener. Los números y pruebas halaban de extinción de animales y plantas, desaparición de las zonas costeras y ribereñas, huracanes tsunamis y temporales azotarían zonas que nunca habían tenido ninguno, sequías, olas de calor y todo esto en no más de 40 años. Las consecuencias de estos fenómenos meteorológicos extremos serían terribles: grandes migraciones a zonas habitables, desaparición de grandes ciudades, hambrunas, reaparición de enfermedades ya olvidadas por la raza humana, todo esto con sus consecuentes víctimas, con mala suerte, toda la humanidad.
Inspira, espira, inspira, espira, …
Pero al final y como toda película “Made in Hollywood” aparecen las soluciones y los salvadores, ya que no sólo los gobiernos tienen que obligar a reducir las emisiones de éste gas tan familiar como peligroso a las grandes empresas y a los consumidores, sino que todos y cada uno de nosotros debemos intentar reducir por nuestra cuenta sus emisiones, pero tras desencantarme con la humanidad por su total despego con el mundo que nos rodea y nos da la vida, sólo espero que no sea dejando de respirar.

Inspira, espira, inspira, EXPIRA.

Luís Miguel González de la Fuente Toranzo Estudiante de comunicación audiovisual de la Universidad pontificia de Salamanca

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